sábado, septiembre 29, 2007

materia de sueños

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-Juan tiene 15 años, está loco por Patricia, pero ella está bailando con Pedro , amigo de ambos.
La música es preciosa y se le mete en el alma
Hasta entonces Juan no sabía que se pudiera sufrir tanto. Hay un contraste entre ese dolor y la belleza de la canción: se está formando su sensibilidad.-
Para sentir estas cosas hay que vivirlas, así comprenderemos: la forma que tiene la lluvia de evaporarse , la fragancia a resina que me ha quitado la obra de un campo de golf en la barriada donde vivo, o el trozo de paisaje que le ha correspondido a una gaviota que se ha posado en mi ventana
Pero sobre todo hay que salirse de la dictadura de la cobardía que lo distorsiona todo. Necesitamos abrir los cerrojos de las puertas, para que pase el mar y ocupe la cocina , una cama, o la mesa del salón. Para que navegen los barcos que algunas veces construimos en ligeras conversaciones de café
Exígele a tu pensamiento que te enseñe a distinguir : un avión de un vuelo de cigüeñas, el sol de la luz artificial. Y cuando veas un resplandor sepas si podrá darte algo mas que sombra, para que intuyas si se apagará con un triste redoble de tormenta, para que despuebles de dudas las habitaciones de tu casa
Y todas las respuestas las encontrarás cuando empieces a soñar: cuando recorres todos los mapas, cuando viajas a ese punto remoto donde anidan las verdades, en el lugar donde el corazón pregunta lo que siente, y de la mano lo llevas al rincón mas querido de todos tus deseos. Hasta que una certeza en forma de poema te cierra despacio los ojos y unas manos artesanas te van acariciando y te duermes: en una conversación, en una fecha, en las palomas mensajeras que vas enviando a los sueños de otra gente
Es la magia de la noche que va buscando ilusiones para entrar en las casas, para ofrecerte ese trozo de ti que te hace falta
Después vendrá la mañana y te amanecerá el cuerpo y quizás sepas entonces lo que sientes
Por eso siempre me tumbo en el tejado, para verla llegar volando por los aleros de mi casa, en las nubes que viaja cada noche. Por eso tengo esa costumbre de morirme todos los días enredado en sus alas, en un jardin de tejas, mirando las estrellas.

viernes, septiembre 21, 2007

para no olvidar

7 comentarios
Mi rostro crea un gesto diferente cuando ella pasa cerca , es posible verla andar por las aceras pisando la incipiente luz del día con demasiadas cosas escritas en la piel.
Su deber diario es un cierto paseo hasta un ambulatorio : es el precio de la vida y sus excesos.
Yo conozco sus labios manchados de tabaco, su ropa cansada de equipajes, su piel gastada y el tono bajo de su voz. A veces hace un esfuerzo me sonríe y me habla.
Me cuenta que aún no está curada del todo, que no hay puentes que la lleve a ser la que era, que el presente le ocupa mucho espacio porque en sus venas se multiplican los inviernos del precipicio donde vive.
Y va reptando por la vida con las lagunas que desbordan sus defectos , con ese misterioso olor a supervivencia que tienen los derrotados.
Y me hace confesiones de triste atrevimiento, al oírla no me queda mas remedio que entender la dignidad del que da un paso adelante enfrente del abismo , la arrogante insolencia que tiene el infinito de caber en una aguja hipodérmica.
Hace ya tiempo que las calles le dieron por desaparecida , porque hay una sentencia escrita en las paredes que dice ; que las miradas no son miradas si no tienen retorno. Y se le ve apenada como una carta del pasado. Y pienso que fui yo quien la esperó en un parque una tarde lluviosa cuando era burbuja de jabón y yo creía ser soplo de aire. Cuando la brisa de los ochenta nos unía en una pandilla y descubríamos que los corazones se expresaban en nuestro idioma, que en los cines de verano siempre era primavera, y que las olas de las playas hablaban con celo de todos nosotros.
Eran noches de estrellas, de prisas, de sobredosis de futuro, de muchachas alegres que tejían alas para un sueño, apostando siempre a echarnos el mundo a las espaldas. Y ahora su justicia es la ley de las bombillas apagadas, de los buitres que vuelan acechándola.
Me confiesa con la mano en mi hombro que tiene miedo, que tiene ya 44 y que tiene miedo. Que no vive en paz, que está sometida a las órdenes de las derrotas, que se viste de vulgaridad para reducirse al polvo que pisamos. Le digo que a pesar de todo seguimos vivos, y poco a poco mi apoyo se va quedando sin mentiras: no hay llaves para una puerta que no existe.
Y trago saliva para abortar mis opiniones antes de que salgan de mi boca.
Un beso , nos vemos, ojalá cambie tu suerte.-
Acelera el paso solitaria y se pierde como un relámpago por en medio de la calle. Y yo vuelvo a ser aquel muchacho silencioso de aquellos años, cuando ella conseguía que yo volviera la cabeza , el que en la pequeña intimidad de un coche, una tarde de invierno, con el solo ruido de la lluvia sobre el techo, una vez la besó.
A pesar de todo la mañana sobrevive gracias a ella. El sol de septiembre resbala por los toldos de las tiendas a punto de abrir, y el amanecer se sienta conmigo en un banco del puerto. Y pienso que el precio que pagamos por nuestros actos algunas veces es demasiado desproporcionado para esa sensación de exilio.
Para salir de este recuerdo comienzo a andar . Veo que cerca del embarcadero hay un jardín que ha transformado en bosque el abandono.
La distancia no es ausencia y para que no cumpla en la indiferencia su condena le voy imaginando este poema .
La inmensa tiranía de quien olvida.