viernes, noviembre 09, 2007

confesiones

La luz de noviembre se oscurece de pronto en la barriada donde eché mis raíces. Me ocurre a veces que después de una semana de trabajo conduzco hasta perderme en el viejo trayecto de una casa con el perfil de la infancia. Faros que alumbran una fecha, y han venido hasta mí las viejas callejuelas de esta ciudad para recordar ese tiempo, porque todo aquí se llama respirar. Calle San José nº 28. La sombra de una casa que ya no existe, con dos ventanas que miraban al mar, porque las casas de hoy en día se fabrican mirándose a ellas mismas. Y me viene a la memoria los colores confusos que uno recuerda de los ocho años. Una voz que me levanta de la cama para llevarme de la mano al colegio, el lucero del alba en mi maleta y ella vestida de su tiempo me besaba. Eran los días del primer televisor en blanco y negro, en una habitación que se calentaba con la lumbre de una estufa de carbón. La nochevieja, el brindis con anís para recibir el año nuevo, las doce campanadas, la originalidad de la escasez apoyada en el mantel de hule de una mesa. Mi amigo Juan, el beso de Rosario, el abuelo Miguel, que pasó su vejez sentado en una silla de enea , ligeramente solo, mirando una ventana. Los rostros conocidos de los que ya no están, los que vamos señalando con el dedo en una fotografía familiar. Después llegaría el paisaje claro de mi tiempo, como vienen las cosas que son inesperadas. Las ropas manchadas de adolescencia volando en la azotea, las libertades asomándose a una playa que tenía nombre de muchacha. Mis cuatro años en un internado convertidos en amenazas, donde la física y la química convivían con unos trajes de sotana que no aceptaban el trato de la vida rebosante. Mi sueño adolescente fracasando en la boca de esa gente. La vida rutinaria de esos años, los trenes de cercanías , las tardes de los sábados, la complicidad que compartían las calles con nosotros .Y así crecí sin prisas, sin hacerme notar. Y el mar siempre presente, pidiendo la palabra, llamando la atención. ¿Y para que mentirnos? también he vivido en algún mundo imaginario . Y no es culpa mía, porque yo he visto crecer pinos encima de las dunas, he visto caer la nieve en la meridional provincia de Cadiz, he visto llover primaveras en unos labios que no me pertenecen.  Y puestos a confesar te diré: que la hierba que creció en este rincón tan mío surgió de algún encuentro, que algunas veces la lluvia se me clava en el costado izquierdo. Que sería mas feliz si no viese la tristeza que habita en las cosas .Me siento afirmado en una parque y en una estación de tren. Me dan miedo los arcos tensados sobre los hombros, los lagrimales que están a punto de secarse y las bolsas de basura pintadas de verde 
Hay dias que me apuntan con una pistola, pero son mas frecuentes los que soy yo el que busca la bala. Nunca he llegado a comprender el chantaje del tiempo, ni el misterioso infinito que esconde una mirada. Cuarenta y tantos años, y para sobrevivir sigo cosiendo en mi almohada los sueños que me laten por dentro. Y conforme pasan los días la criatura que hay en mí, se agranda, me recorre las arterias, y se asoma a mis ojos para mirar por ellos. Sigo siendo el mismo de siempre : mi trabajo, mi poco tiempo libre, mis libros .El que sigue apoyándose en los viejos barandales del muelle. Y me siguen doliendo los brazos al recordar a los tuyos.

5 comentarios:

Carmen dijo...

Hoy es mi cumpleaños, Miguel, y tus confesiones me parecen un regalo. Simplemente gracias por mostrarme las cosas que ves. Y un beso tan grande como te mereces por ser como eres.

Waiting for Godot dijo...

Miguel: es precioso, simplemente precioso, yo siento que hay días en los que todos estamos en lo mismo, pero no todos podemos contarlo como tú. Un beso.

. dijo...

sabés que está lloviendo, tanto afuera, asi, de pronto, una lluvia muy fuerte, y aqui adentro, también, me llueve mucho el alma, y leerte me llevó a los recuerdos, y las gotas de lluvia se escaparon por los ojos...mirá vos

sos un gran poeta, sos un gran escritor, y me siento muy pequeña leyendote, sos grande

un abrazo enorme
claudia

LA CAÑA DE ESPAÑA dijo...

Hasta los 8 ó 9 años me mudaba continuamente de casa. Mi infancia la recuerdo algo así, más o menos.
Mi madre: "Guillermo, nos mudamos en una semana". Yo: "Vale mama".
Y algunas de esas casas siguen en pie. Otras no: la de mi abuelo o la del Campo del Principe, al pie de la Alhambra de Granada... la primera vez que tuve una habitación para mí sólo.
Recuerdos...
Un saludo (desde Palma).

Carmen dijo...

Muchas felicidades, Miguel, que pases un día divertido. Espero que el próximo año sigamos leyendonos y podamos felicitarnos otra vez. Te deseo toda la dicha posible mientras tanto. Un beso, un abrazo y un tirón de orejas suavecito.