domingo, octubre 07, 2007

La tormenta del otro día...

Serían las siete de la tarde cuando salí con mi perra, un poco menos de media hora antes de la tormenta.
Entre la fría humedad de los faroles y cruzando por las traviesas mojadas de un tranvía, llegamos a un descampado que se consume rodeado de edificios.
Hay lugares y caminos que prefiere por rutina, y un ladrido que agradece mi costumbre de llevarla a pasear por los espacios abiertos.
Mientras ella se detiene en el bienestar de una farola, yo enciendo un cigarillo y hablo con María sobre el precio de los guisantes, de la ultima ministra del gobierno o de las vergüenzas y los ascos cotidianos.
Los perros se despiden, y nos despedimos nosotros.
Por el paseo: el ruido de unos pájaros que huyen, y las primeras gotas que empiezan a dejar huellas en las cabezas de unos niños.
Una hoja amarilla charlando con el viento en un bordillo me advierte que hace frío, que el otoño ha entrado ya por los charcos de la calle.
Los tejados lagrimean, lagrimea un sauce llorón que crece solitario y recogido, en un parque urbano cerca de la autopista.
Hay un presagio y un significado: en el silencio de los gatos sobre las azoteas, en el viento de poniente que escribe historias en mi pelo, y en el insólito temblor de un cielo que se rompe en las vidrieras.
Mientras una lengua me lame las manos, yo busco apresurado una suerte de refugio. Y lo encuentro, en la hospitalaria manera que tienen los soportales de cobijarnos cuando el tiempo está lluvioso.
Y llueve fuerte, la gente tiene miedo y cierran puertas y ventanas y abandonan a su suerte las flores de los balcones.
La corriente arrastra todo: neumáticos, contenedores, árboles, hasta un cartel descolorido de un político sonriente.
Los ancianos como estatuas miran por las ventanas y piden ayuda a los bomberos.
Un coche de policía sin tarjeta de embarque empieza a tener vocación de barco hundido.
Y es que nadie puede asumir ninguna responsabilidad cuando la venganza de la lluvia nos enseña lecciones de medio ambiente.
No sé ni como pudo mi perra escaparse con la que estaba cayendo, ni el empeño que dedicó para salir corriendo y atravesar una acera. Pero lo cierto fue que encima del capó de un peugeot , con la cabeza empinada y con el hocico apuntando al cielo, se puso a ladrar y a discutir con las nubes. Al rato vino empapada, con el corazón caliente, asustada y con el cuerpo oliendo a relámpago.
Nadie mas se enfrentó con la tormenta.
Ella se declaró sin fuerzas, y pedía con modestia un poco de comprensión: pensaba que era posible convencer al temporal .
Increiblemente dejó de llover, y no presume por ello, solo quiere que la entiendan.

* Se entienden bien la naturaleza y los animales.

4 comentarios:

. dijo...

qué bien se entienden, verdad?
por suerte ellos no perdieron el rastro de la naturaleza, y saben perfectamente cuando está llegando una tormenta...a veces mis gatos me lo cuentan

me hiciste sonreir y sorprender con tus increíbles metáforas, leer tu lluvia en este día de sol fue como sentirla sobre mi techo y verla deslizarse en mi ventana

gracias por un poco de esa lluvia que tanto amo!
igual que a las nubes :)

un abrazo

Carmen dijo...

Al llegar a "Los tejados lagrimean" me he empezado a emocionar, no sé porqué. Quizá lo haya relacionado con algo. Y sí, los animales se entienden con la naturaleza muy bien, creo que tenemos mucho que aprender de ellos. Bonito texto. Un besazo, Miguel.

LA CAÑA DE ESPAÑA dijo...

Hace unos años decidí que no volvería a salir a la calle sin un paraguas por el "por sí...". El "paraguas de batalla" lo llamo, por el mal trato que le doy. Ya voy por el segundo... los consumo hasta que mueren, el de ahora ya lleva los remiendos de muchas batallas: el puño arreglado con cinta aislante, los nervios de metal remendados, pequeños claros en su tejido negro por el roce... de este invierno no creo que pase. Duerme en el fondo de la mochila junto a paquetes de clinex olvidados a la mitad y aquel boligrafo que nunca encuentro cuando lo necesito. Este tiene sus años... posiblemente lo parta el proximo puñetazo de viento al que se enfrente. A visto mundo: a viajado por toda España, me acompañó a Londres y estuvo en Nueva York... pero de este invierno es posible que no pase...
Decía Lope de Vega: "No puede durar el Mundo porque dicen, y lo creo, que suena a vidrio quebrado y ha de romperse presto".
Un saludo.

Waiting for Godot dijo...

Y que bueno que lo hagan. Besos.