lunes, septiembre 22, 2008

vía crucis

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La lluvia que cayó este domingo sobre el paseo marítimo tenía vocación de estación terminal
El olor a tierra después de la tormenta llevaba la marca de un olvido
Mi forma de vestir era puro compromiso de finales de verano
Me lo contaba el brillo de los adoquines a la luz de las farolas , me lo decía la lluvia bajando por el borde de la carretera hasta desaparecer en la arena de la playa
Yo estaba solo, y a ella la sentía allí conmigo, por eso quise robarle un par de naranjas al tiempo, por eso le sujeté el paraguas mientras buscaba en su bolso el paquete de tabaco, y mientras encendía un cigarrillo le puse la mano en el hombro mirándole a los ojos; tan castaños, tan limpios; a pesar del tono gris de los recuerdos. Y en mi corazón anoto que aún sigue creciendo
Y así fui recorriendo las calles de una tarde que jugaba con el frío, una tarde para aburrirse mucho, para tomar muchos cafés en el bar de la estación y aprenderme de memoria el horario de los trenes
Luego estuve pegando folios en blanco por las farolas de la ciudad, porque todos los veranos que terminan tienen cosas que decir
Las gotas de agua escoltaban mi cuerpo. Intenté llamar a un taxi, pero no hizo falta, hay gestos que nos sobran a los fugitivos medievales que nos evadimos por las esquinas y por los muelles, y paró nada mas verme. Tampoco hizo falta explicarle a donde iba, el taxista encaró el puente hacia la N IV cuando vio una bola negra amarrada en mi tobillo
Aún se puede ser feliz pensé—, con la misma dignidad que caía el chaparrón sobre la bahía; agua dulce, sin embargo aceptando ser estéril
Con idéntica resignación que tuve que tener aquel curso cuando me llevé todo el invierno mirando por la ventana de la clase como los demás niños jugaban con la lluvia en el patio del recreo
En aquel año que me me negué a realizar el recorrido del vía crucis, también me pusieron dos grilletes y un cero en religión

sábado, septiembre 13, 2008

estaciones de tránsito

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Estaba buscando una primavera que fue vista por última vez debajo de una blusa
Miré en unos ojos que tenían las luces encendidas
pero dentro solo encontré las sombras de un invierno
Pregunté en un banco de la estación, pero allí lo único que había era un tren deshabitado en el andén de las vías muertas, según me dijo una tal Penélope
Luego me quedé mirando el color amarillo y verde de un vestido, pero aquello era una imitación de los meses de abril y mayo
Busqué en los bares de copas, en las cafeterías de moda , pero lo que encontré fueron individuos reteniéndome el paso; nadie me dijo que estaban las mesas reservadas
Me empecé a dar cuenta que me estaba haciendo viejo
lo supe porque al cruzar la calle siempre miraba a los dos lados
Entonces comprendí , a la tercera vuelta del camino , que la primavera no sabe estarse quieta, que solo quiere mirar hacia adelante
Y pasan las noches, como pasas esta página, y me pido otro Drambuie con hielo, y uno va aprendiendo que el amor puede nacer en los días de lluvia, en los de frío; en las estaciones de tránsito
Y son las ganas de vivir la que va imponiendo su costumbre de acomodarse a una historia personal, dándole sentido a las cosas
Ya sabes que en tu rostro nunca se refleja las primaveras que has vivido, si no todas aquellas que el tiempo te ha robado, y te agarras al mundo como el naufrago a una tabla de madera
Como cuando apagas la luz de la mesita de noche, te cubres con la manta, cierras los ojos y recuerdas las posibilidades y sus preguntas, tus manos y las suyas, o el sabor de aquello que te dura
Y se te desprenden hojas verdes del pijama, y se abren tus flores en la cama

domingo, septiembre 07, 2008

zapatos nuevos

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Estuve toda la tarde dando vueltas por el centro comercial; escaleras mecánicas, el mar desde el escaparate de la cuarta planta, la gente andando al ritmo de la música de su iPod
Buscando unos zapatos que me permitan andar por los adoquines en fila, y tal vez una camisa para tapar un secreto
Algo que me sentara bien, algo que me empuje a volar
Y sé que es arriesgado ir a comprar en mis ratos de inconsciencia
¡Dependienta el estante de la felicidad!
Y la dependienta que me recita de memoria, datos, marcas, texturas
Pikolinos, botas Panama Jack de 90 caballos, pruébese unos Martinelli y levite por el pasillo, no se olvide el intermitente al adelantar a las nubes
En el espejo del probador celebro la palabra “oferta” que cuelga de una etiqueta, nunca unos pies sintieron tanto orgullo dentro de unos zapatos
Y la chica que me dice que es la novedad para este otoño llevarlos con calcetines del color de las viejas amistades
Luego en el mostrador afila despacio sus garras para hincarla en mi tarjeta
Sigo paseando, cada maniquí me murmura conversaciones , insinuaciones y estrategias
Voy buscando una camisa y se me va la cabeza en el pasillo de las ropas interiores
Me distraigo escuchando los versos que salen cantando de las costuras de los sujetadores, o en la conversación sugerente con unas braguitas que me ha puesto la mano en el hombro para decirme que no entiende de sexo, todavía...
Le recrimino su audacia y con ese temblor de piernas me voy
En la salida esquivo a un comerciante que me ofrece una tarjeta de Bankinter
Me acompaña la sombra de las gaviotas hasta el parking del tejado
Llego a casa, y ahora he de mentirle a mis antiguos zapatos para que no sepan que ya no los necesito
Los pondré en un rincón y les diré que me entra agua por las suelas al pisar la Luna en los charcos de la calle, o que me ha salido una rozadura de caminar de puntillas por esta muerte que algunos llaman vida
También dejé mi vieja camisa colgada como si fuera a ponérmela muy pronto
Y pensándolo bien, no me desharé de ellos
Si todo lo que tengo cabe de sobra en una bolsa de viaje
o en un armario pequeño de perchas impares