miércoles, diciembre 03, 2008

para decirle adiós

Integraba como nadie la soledad y el tabaco
esquivo y vagabundo
taciturno y apagado
como esos faroles que nadie se ocupa de encender
Se le habían ido casi todos
solo su hermano José le hacía un poco de compañía
Fue uno de esos marineros condenados a jubilarse
cuando otras embarcaciones de pesca, utilizando explosivos, acabaron con los peces
A la una y media de la tarde se dirigía al comedor social
y allí aguardaba pacientemente la hora de la comida; ajeno al calor, ajeno a la lluvia
siempre era el primero en entrar
Por las mañanas esperaba que abriese la cafetería “el 44”
a las 6,30 estaba de pie en la puerta
Un café manchado, una ración de churros y una copa de coñac
Luego su costumbre de las tragaperras
Le había dado por perder a casi todo
y cuando lo hacía lo hacía en serio
Conocía de memoria; los túneles, los semáforos en rojo y las grietas de la calle
Pero también yo lo he conocido
soltando las amarras de su barco de pesca
sin borracheras, sin heridas, sin arrugas en la frente
con su mano abierta hacia levante, emprendiendo la ruta de los viejos navegantes
con la compañía de las gaviotas que decoraban los palos de su vela
La única conversación larga que tuve con él fue hace unos años, cuando
me lo encontré en la sala de espera del médico de cabecera
como de costumbre tenía el primer número
-¿qué pasa Ramón?
-aquí andamos
y me contó cosas :
de arañas grises, de almas derrumbadas, de viento, de tristeza
Era su viaje final , y creo que lo sabía
Hoy en cortejo fúnebre se lo llevaban al cementerio
Y quiero nombrar uno a uno a todos los que iban acompañándolo:
Manoli, la pescadera
La dependienta de la pastelería
donde iba los domingos muy temprano a comprar dulces de nata
Su hermano José, partido de dolor, llorando discretamente
Lola, la monja
Dos pescadores jubilados con el diario de Cádiz debajo del brazo
Tres mujeres de negro
Su hija Isabel, ya de luto
Sus dos sobrinos, Eduardo y Laura
El padre de un servidor
y yo
También había una calma
muy parecida a la luna silenciosa de los charcos que pisaba
Y delante de todos ; Ramón
manteniendo su indiscutible número uno

4 comentarios:

Patricia Angulo dijo...

Qué bella despedida para quien fue un número uno.

Iban tras él las personas que lo quisieron en vida y que le fueron a dar ese adiós tan necesario.

Hermoso. Lo sentí como si fuera cierto.

Besos.

LA CAÑA DE ESPAÑA dijo...

Como jode (perdoneme usted el improperio) cuando te jubilan a la fuerza, cuando cogen tu trabajo (y tu vida por ende) y lo tiran por el retrete tras el sonido de una cisterna.
Conozco a algunos para los que el paro y la jubilación supusieron el final.
Hoy, Don Miguel, se ha superado usted. Un saludo.

Waiting for Godot dijo...

Me has partido en dos. Besos.

Carmen dijo...

Muy bonito adiós a Ramón. Y preciosas letras para presentarnoslo. Un abrazo.