sábado, mayo 21, 2011

Hay velas que se encienden con otra vela

Quién te ha visto y quién te ve
Hace apenas unos meses escuchabas un trueno y empezabas a temblar
oías llaves carceleras y echabas a correr
Y ahora amas la tormenta y están cambiando de sitio tus fantasmas
Una noche de relámpagos sales a la calle
feliz, rebosante de dudas y nerviosa
y te diriges a una verja enmohecida por la lluvia
mueves el pesado cerrojo y abres la cancela
Pisoteas un charco lleno de nubes
te vas hasta el fondo de un jardín que te conoce
y compartes con la lluvia los recuerdos
que llevas contigo a todas partes :
los armarios con olor a naftalina, tu primer par de medias
el chucho herido que recogiste y que tú te empeñaste en cuidar
Todo eso es tuyo porque lleva tu nombre
y te marchas aliviada en medio de un chaparrón
Te vas
con el roce de las medias que fuiste
con el liquen del armario pegado a tus dedos
con un ladrido que rezuma agua y agua
Acostumbrados gestos a los que sin darte cuenta
empiezas de nuevo a retornar
Y dejas atrás ese tiempo pensando que ya no es tuyo
pero que se parece tanto a ti
La tormenta ha dejado tu casa a oscuras
abres la puerta en el mismo instante
que arrojas una arcada
te llevas la mano al vientre y piensas
cómo sera esa chiquilla que está creciendo dentro de ti
Mientras se te van pasando las naúseas
enciendes una vela
con otra vela
Como cuando eras una niña, de esa justa manera
alumbraba tu madre el libro de cuentos que te leía
en las noche de verano
en un banco al fondo de un jardín
que tenía una verja con un cerrojo oxidado

3 comentarios:

Dharma dijo...

Como el Ave Fénix muchas personas renacen, o renacemos, de las cenizas. Una nueva vida gestándose, un horizonte que quiere entrar por la ventana, una ilusión nueva,... No todo vale,
!pero hay tantas cosas que sí.
Un abrazo grande.

Pato dijo...

¿Sabés?
Este poema me ha resultado una delicia absoluta leerlo.
Gracias!

Besos.

la caña de Espana dijo...

Me recuerda a cuando visitaba la casa de mi abuelo en un pueblecito de Granada.
La casa ya no está, ni el jardín, ni el arbol que yo planté... asi que, por desgracia, ya no me asaltan las tormentas de recuerdos. Tal vez una leve punzada en el corazón cuando paso junto a la calle en donde estaba...