domingo, septiembre 25, 2011

de vuelta de París

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Después de haber estado conduciendo durante toda la noche
me detengo en una mojada estación de servicio
para llenar el depósito de combustible
de mi Seat Ibiza
Cinco de la mañana
la lluvia salpica los paneles luminosos de la gasolinera
hace mucho frío a esta hora en Saint Jean de Luz
Mientras lleno el depósito
una mujer se despierta dentro mi coche
sin arreglar, despeinada, deslumbrada por los faros
de los camiones que entran a repostar
Lleva mi cazadora apoyada en sus hombros
y un mapa de carreteras en la mano
Baja la ventanilla y con cara de cansancio me pregunta
dónde estamos, cuánto falta para llegar
Su voz me ofrece de pronto todo el calor que necesito
Yo levanto la mano y le hago un gesto
no para decirle buenos días
ni que aún nos quedan dos horas de viaje
Es una señal para declararle
que me gusta verla
que ella es todo lo que tengo

domingo, septiembre 18, 2011

de pronto el otoño

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La mujer que lleva echada la cabeza sobre la ventana de un tren de cercanías tiene un nudo de vidrio en la garganta
le ha llegado de pronto la amargura insoportable del otoño
llora sin un solo gemido con una constante sensación de vacío
Desde la ventanilla ve lo mejor de la bahía:
el muelle, las casas de pescadores, las veletas que le colocaron en sus ratos de ocio, el grito de las gaviotas rompiendo el silencio de los barcos
Y le viene la pena
y en vez del agua azul ve desiertos amarillos
Los ojos grandes profundamente húmedos
tiene miedo a la palabra olvido, a llegar a casa y saberla vacía
Se le ha muerto y estaba sentado como ella
al lado de la ventana, mirando las palomas, liando un Farias
en esa posición le llegó el infarto; de bruces, contemplando el vuelo de las aves
Agridulce y romántica , su blusa coquetea
con la luz de una mañana densa como el plomo
La mujer que tiene inclinada la cabeza sobre la ventanilla del tren
guarda un secreto en su bolso
Después cruza las traviesas desgastadas de una estación
dónde cae la lluvia en espirales grises
Solitaria y ajena se aproxima a un parque
que misteriosamente le sonríe
La mujer incompleta mete las manos en el bolso
y saca las migajas de pan que guardó esta mañana
pensando en las palomas
y abre de par en par su risa soleada
Suavemente encadenada al recuerdo de su padre
y a sus costumbres

* Sé que el pobre Matías hubiera firmado una muerte tan rápida