domingo, septiembre 18, 2011

de pronto el otoño

La mujer que lleva echada la cabeza sobre la ventana de un tren de cercanías tiene un nudo de vidrio en la garganta
le ha llegado de pronto la amargura insoportable del otoño
llora sin un solo gemido con una constante sensación de vacío
Desde la ventanilla ve lo mejor de la bahía:
el muelle, las casas de pescadores, las veletas que le colocaron en sus ratos de ocio, el grito de las gaviotas rompiendo el silencio de los barcos
Y le viene la pena
y en vez del agua azul ve desiertos amarillos
Los ojos grandes profundamente húmedos
tiene miedo a la palabra olvido, a llegar a casa y saberla vacía
Se le ha muerto y estaba sentado como ella
al lado de la ventana, mirando las palomas, liando un Farias
en esa posición le llegó el infarto; de bruces, contemplando el vuelo de las aves
Agridulce y romántica , su blusa coquetea
con la luz de una mañana densa como el plomo
La mujer que tiene inclinada la cabeza sobre la ventanilla del tren
guarda un secreto en su bolso
Después cruza las traviesas desgastadas de una estación
dónde cae la lluvia en espirales grises
Solitaria y ajena se aproxima a un parque
que misteriosamente le sonríe
La mujer incompleta mete las manos en el bolso
y saca las migajas de pan que guardó esta mañana
pensando en las palomas
y abre de par en par su risa soleada
Suavemente encadenada al recuerdo de su padre
y a sus costumbres

* Sé que el pobre Matías hubiera firmado una muerte tan rápida

1 comentarios:

Carmen dijo...

Cada uno nacemos en un día y una hora determinados y tenemos otro día y otra hora para morir. Como Matias yo también firmaría llegado el momento por una rápida transición. Un beso