lunes, octubre 24, 2011

primeras luces

Y los domingos le gusta pasear por los adoquines mojados
de las calles muertas del amanecer
despistando a la ciudad
fundiéndose con el brillo del asfalto
y el rugido de los primeros tranvías
Se hace la distraída; saluda a un gato
que sale temprano de su tejado y me mira de reojo
como si no supiera que la sigo muy de cerca
Se para en el quicio oscuro de una esquina
y trepa hasta ponerse de pie en la barandilla de un balcón
Siempre hace lo mismo cuando siente la necesidad
de inventarse un nombre nuevo a lo que siente
Y es en ese justo momento cuando se vuelve hacia mí
y con un rostro encantador pronuncia la palabra lluvia
te juro que veo como el diptongo se le sale de sus labios
mojados y da un salto hasta mi boca
Entonces cierra los ojos y se deja caer con la misma elegancia
que descienden la cosas preciosas
antes de que se estrelle contra el suelo
no tengo más remedio que sujetarla con mis brazos
Inevitablemente rodamos por la acera, oyéndonos reír
tiritando de frío, igual que tiemblan las cuerdas de mi tendedero
cuando pongo a secar sus calcetines
Así de grande es mi confianza —me dice
estirando los brazos todo lo que puede
con su mentón hundido en mi clavícula
con esa manera que tiene tan arriesgada
de ponerle medida a los sentimientos

2 comentarios:

Carmen dijo...

Una vez más me resulta delicioso leerte. UN ABRAZO

LA CAÑA DE ESPAÑA dijo...

Odio los adoquines mojados... resbalan como demonios y te empapan los calcetines al primer despiste. Así es lógico que termines tiritando y teniendo que tenderlos.
¿Has hecho a posta el dibujo en cascada de las palabras resaltadas o sale por casualidad?
Un saludo