La llevo siempre dando vueltas por mi sangre. Cuando se pone su disfraz de pájaro
se va volando tres tejados mas al norte de mi casa persiguiendo los colores
de las nubes por sus piernas .
Algunas veces se marcha por un tiempo
y al volver trae los pies llenos de arena
con olor a acantilados y a vientos de otras playas
Pero continuamente regresa con algún regalo: una caracola, un cofre con monedas
un corazón metidito en una caja de cartón entre algas y algunas piedras de coral
Luego lo dejamos en un armario con aroma a miel de flores y a manzanas
junto a las sandalias de ir al mar.
Otras veces se disfraza de invierno
inclinando su cabeza hacia el lado donde eternamente le da el sol
Y me cerca por las calles y pronuncia mi nombre detrás de los cristales mojados por la lluvia.
Cuando me entra la tristeza
nos vamos al bar donde bebe la gente que se traga la tierra.
Y si la pena es insoportable
paseamos hasta al muelle, para mirar los barcos que se alejan, que se hacen diminutos. Después ella les sonríe con los brazos en alto, diciéndoles adiós,
y en mitad de su risa mi pena se queda dormida
Y cuando se viste de verano escoge siempre los colores más vivos , la blusa más fina, los párpados más rosados, el pantalón vaquero con el bolsillo más amplio
Y se sienta ilusionada debajo de la pared más blanca de mi aldea
con los codos apoyados en las rodillas
con las manos en la cara
con los ojos plantados en el mar
con el bolsillo de sus pantalones lleno de tizas azules.
Pensando en mi