lunes, octubre 29, 2007

princesa

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La puedes reconocer fácilmente: va vestida de verde con una estrella posada en su flequillo , tiene el mes de junio entre los ojos, y tiene el coraje de decir nuestro nombre sonriendo.
Su belleza se descompone en colores, como todos los cuerpos con la luz
Alguna vez desciende de donde habita y con el mismo brillo que miran los ojos de las hadas te pregunta por una dirección, o cómo se llega al parque mas próximo
Con una sonrisa leve, porque siente debilidad por los columpios, por subirse a un tobogán y deslizarse suavemente con las piernas colgadas en el aire.
Y entusiasmada los niños la descubren, y juegan en espacios que a nadie pertenece.
Ella se abre y se cierra, y hay algo infantil en sus manos aferradas a las cadenas de un columpio, y mientras se balancea les va contando cosas , con la lógica aplastante que esconde detrás de sus ojeras.
Porque ella apenas duerme, porque le duele la conciencia cuando a los demás nos duele la cabeza
Cuando se acaba el día las gaviotas la encuentran ; cansada y recostada en la orilla de la playa. Antes de irse a su hogar se detiene para despedirse de las calles, porque quiere verlo todo. Y se marcha tatareando canciones que a todos les aprieta el corazón
Y la gente la mira: tan menuda , tan dulce, tan tibia la sonrisa de sus ojos.
y mientras camina no se hace de noche casi nunca , porque le va prestando su luz a las aceras
Apenas sabe del mundo, nada más que por las cosas que yo le voy escribiendo. Las veletas y las antenas son sus únicos paisajes.
Si alguna vez traspasas las lindes de la noche, y de tus labios tan solo sale un triste humo
Invócala, porque ella está por donde tú naufragas : en la soledad mas ancha, en tu mar inalcanzable
Ella : la que va soltando lastre para no hundirme , la que administra mis pequeños recuerdos para pasar la noche de los viernes o de los sábados, la que me cuenta secretos que están justificando mis días de trabajo.
Ya verás que escaleras tan altas y tan azules estoy construyendo en las fachadas de las casas , para subir a verte , para sentarnos en las chimeneas, junto a las gárgolas, como en los viejos tiempos, y seguir hablando los dos de nuestras cosas.
Para que en conversaciones de miradas lentas, como siempre, le dictes a mi lápiz lo que siento. Princesa de los tejados.

viernes, octubre 19, 2007

puntos suspensivos

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Y aparece detrás de unos puntos suspensivos tirados en las aceras
Y a pesar del ruido del tráfico oigo su voz suavizando mis ridículos temores y hago un triple mortal en el alfabeto que invento con las manos para compartir con ella mis vocales.
Me habla dulcemente y me dice “acompáñame a la panadería”.
Y hace suyo el olor del horno, el del pan y el de la tarta de chocolate
La harina se confunde con el blanco de su mano, salimos y yo noto su pelo lloviéndome en la cara, y a esta ciudad ya no le falta el aire, ni la luz, ni el sonido porque ella está por todas las esquinas.
Nos damos un abrazo y brilla en mi cara todo el oro de los cuentos, pero no veo sus ojos.
Instalamos un balcón en la calle y salimos a volar,vemos la Luna despedirse del agua en un charco y contamos las gotas de lluvia de todos los tejados.
Le pido una explicación para toda esta música
Y yo voy anotando en trozos de piel lo que me ocurre
Y no es porque ella traspase todas las paredes de todas las casas
Ni el cristal de todas las vidrieras
Ni porque penetre en lo más adentro de mi adentro
Es que ella deja su ventana abierta y la amanezco
Es que escribir es mi única forma de encontrarla
Entonces me pide unos versos para descubrirla
Y yo le escribo un poema que se llama tarta de chocolate, que se llama abrazo, que se llama puntos suspensivos.

*Gracias a ti, Edurne , porque pintas historias de lugares y de gentes, o simplemente porque tus letras tienen por destino el fondo de los ojos

domingo, octubre 14, 2007

palabras

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Ella me reconoce entre la gente, se acerca y me sonríe mar adentro, porque ella siempre sonríe con reflejos de corales a quien la mira. Y con su mirada brillante me pide una palabra, una frase, o una expresión.
Yo le digo lo primero que se me ocurre. No sé... le digo calle, le digo semáforo, le digo zumo de naranja.
Entonces me toca la espalda; como si fuera tierra, como si fuera agua , como si fuera árbol . Me abraza, me acuna en el aire, me da las gracias , y yo me siento dichoso entre sus ramas
Después se acaricia la espuma que la cubre. Comienza a recoger las palabras, sale corriendo y las va depositando: en los quicios de las puertas, en la pequeña terraza de unos ojos, en el abrigo colgado de una percha o en el ribete de un sujetador.
Y tiene los dedos cada vez más sucios de ir retirando el polvo de los buzones de las casas deshabitadas, para que pueda entrar la luz en los sueños de los domicilios que regresan de un olvido.
Porque ella sabe elegir bien lugares donde entregarlas; sabe taparle la boca al tiempo y a los relojes.
Y con todas esas letras, va regalando frases por las calles. Deletrea las palabras poco a poco. Y los nombres de la gente los pronuncia mezclados con abrazos , o con estrellas de mar.
Dice Juan y le agrega "arena blanca" o dice Marta y lo combina con "luz del mediodía" o con no sé qué de la
lluvia.
Llena la cesta de la compra de una señora con todas las conjugaciones del verbo besar y a la mujer le parece imposible. A una esposa le dice una palabra preñada de una frase, se lleva la mano al vientre y se sonroja.
Y nadie comprende muy bien lo que les pasa, tiemblan y se asombran, hacen tonterías, se ríen y les encanta, y se llevan prestadas las palabras.
Y cuando ya ha ofrecido casi todas, me busca otra vez por los viejos adoquines de una calle. Porque ella sabe encontrarme, porque vuela mucho mas rápido que yo.
Me mira , me sonríe , se despeina dulcemente , y con la boca llena de pájaros o de almendras, me besa, y me dedica en los labios la palabra "arco-iris". Y la última que le queda " rosa",
la deja creciendo al lado de mi nombre.
Y se va caminando, y desde el horizonte hasta sus ojos va dejando vocales encendidas para que yo las vea.
No sé nunca que dirección toma, ni cuando volverá a por más, pero
sí sé que le gusta su destino.

domingo, octubre 07, 2007

La tormenta del otro día...

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Serían las siete de la tarde cuando salí con mi perra, un poco menos de media hora antes de la tormenta.
Entre la fría humedad de los faroles y cruzando por las traviesas mojadas de un tranvía, llegamos a un descampado que se consume rodeado de edificios.
Hay lugares y caminos que prefiere por rutina, y un ladrido que agradece mi costumbre de llevarla a pasear por los espacios abiertos.
Mientras ella se detiene en el bienestar de una farola, yo enciendo un cigarillo y hablo con María sobre el precio de los guisantes, de la ultima ministra del gobierno o de las vergüenzas y los ascos cotidianos.
Los perros se despiden, y nos despedimos nosotros.
Por el paseo: el ruido de unos pájaros que huyen, y las primeras gotas que empiezan a dejar huellas en las cabezas de unos niños.
Una hoja amarilla charlando con el viento en un bordillo me advierte que hace frío, que el otoño ha entrado ya por los charcos de la calle.
Los tejados lagrimean, lagrimea un sauce llorón que crece solitario y recogido, en un parque urbano cerca de la autopista.
Hay un presagio y un significado: en el silencio de los gatos sobre las azoteas, en el viento de poniente que escribe historias en mi pelo, y en el insólito temblor de un cielo que se rompe en las vidrieras.
Mientras una lengua me lame las manos, yo busco apresurado una suerte de refugio. Y lo encuentro, en la hospitalaria manera que tienen los soportales de cobijarnos cuando el tiempo está lluvioso.
Y llueve fuerte, la gente tiene miedo y cierran puertas y ventanas y abandonan a su suerte las flores de los balcones.
La corriente arrastra todo: neumáticos, contenedores, árboles, hasta un cartel descolorido de un político sonriente.
Los ancianos como estatuas miran por las ventanas y piden ayuda a los bomberos.
Un coche de policía sin tarjeta de embarque empieza a tener vocación de barco hundido.
Y es que nadie puede asumir ninguna responsabilidad cuando la venganza de la lluvia nos enseña lecciones de medio ambiente.
No sé ni como pudo mi perra escaparse con la que estaba cayendo, ni el empeño que dedicó para salir corriendo y atravesar una acera. Pero lo cierto fue que encima del capó de un peugeot , con la cabeza empinada y con el hocico apuntando al cielo, se puso a ladrar y a discutir con las nubes. Al rato vino empapada, con el corazón caliente, asustada y con el cuerpo oliendo a relámpago.
Nadie mas se enfrentó con la tormenta.
Ella se declaró sin fuerzas, y pedía con modestia un poco de comprensión: pensaba que era posible convencer al temporal .
Increiblemente dejó de llover, y no presume por ello, solo quiere que la entiendan.

* Se entienden bien la naturaleza y los animales.