La felicidad nos puede ofrecer caminos interesantes a cambio de que tengamos dinero o que haga buen tiempo
Son en estos días cuando me pongo de rebajas y entro en la calle disfrazado de barra libre para alternar con los comportamientos humanos
Salir a los bares de copas es una opción
Pasar por el ojo de la aguja para integrarme en la danza existencial de los dichosos , y empezar a preocuparme por las cosas importantes ; la cobertura del móvil, lavarme el pelo con champú de extracto de aloe vera, o comerme todas las mañanas un yogur con bífidus activo
Romper las amarras que me unen al puerto y dejarme llevar por las ilusiones que provocan las luces de neón , las sonrisas a punta de pistola
o las promesas con alcohol que salen de la parte trasera de un asiento
Lo malo es que cuando llevas cinco minutos mirando a esa gente te das cuenta que están llorando
Como alternativa me puedo quedar en casa viendo vídeos en you tube, actualizar el blog, ponerme en calzoncillos, tirarme en el sofá y dibujar con la mano en el aire ese nombre que tanto me gusta
Y mientras estoy escribiendo esto me doy cuenta que a mi me importa un carajo la felicidad
Y que en esta tarde calurosa de julio no se me ocurre nada que escribir que se parezca a la maga, a la táctica del poema de Benedetti, o a algo que suene a otoño
Lo que de verdad me interesa es abrir las ventanas para que pasen las nubes y dejarme tutear por el viento del norte (con la esperanza de que estés donde estés pienses en mi), mirar la bahía y descubrir que el paraíso tiene forma curva, de costa, de palmera, de tacita de plata, como de arco iris, como sus labios